La puerta
Por esa puerta huyó, diciendo:
«¡Nunca!»
Por esa puerta ha de volver un
día...
Al cerrar esa puerta, dejó
trunca
la hebra de oro de la esperanza
mía.
Por esa puerta ha de volver un
día.
Cada vez que el impulso de la
brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita más aprisa, más aprisa
mi corazón cobarde que la
espera.
Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis
antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.
¿Por cuánto tiempo, solitario,
esquivo
he de aguardar con la mirada
incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa
puerta?
¿Cuándo habrán de temblar esos
cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme
ella,
cual me llega en las noches
invernales
el ósculo piadoso de una
estrella?
¡Oh, Señor!, ya la pálida está
alerta:
¡oh, Señor, cae la tarde ya en
mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor, haz que se abra al
fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
...¡Por esa puerta ha de volver
un día!
Amado Nervo |